Todo comenzó como una broma entre socios, un pequeño lujo de emprendedor, cuando decidimos comprar la tele para nuestra sala de juntas que venía con un XBOX de regalo. Lo que parecía ser solo un adorno más se convirtió en motor de nuestra cultura laboral.
Desde el principio, nuestra primera sala de juntas fue testigo no solo de reuniones y decisiones importantes, sino también de retas emocionantes de FIFA.
Muchos problemas se arreglaban con un juego de FIFA, a muchos clientes los atendimos jugando un juego de FIFA.
Hay un malentendido común sobre cómo se forma la cultura laboral. Se piensa que basta con que los fundadores de la empresa definan y cuelguen en las paredes una serie de valores, sin embargo la cultura real se teje en los pasillos, en las interacciones diarias, en el garrafón de agua. No se trata de un documento, sino de cómo los líderes y los equipos responden a los desafíos diarios, cómo se comunican y cómo se apoyan mutuamente.
La gente es la que verdaderamente construye la cultura. Primero se vive, luego se escribe.
El Xbox en nuestra oficina fue más que una simple consola; fue un medio para fortalecer lazos, fomentar la comunicación y, en última instancia, definir quiénes éramos como equipo. Así, en cada reta, cada partido ganado o perdido, estábamos no solo disfrutando de un juego, sino construyendo la cultura de Folklore.
Hace poco en una charla que di, me preguntaron sobre estrategias para retener a los colaboradores. Después de unos segundos en silencio mi respuesta fue contundente: XBOX y carnitas asadas los viernes.
Se que es un respuesta vaga y abierta, pero va mucho más allá, no trata sobre la consola o la carne, sino sobre los momentos y las interacciones.
Recuerdo con cariño mi última conversación por mensajes con Germán(+), mi socio fundador, que después de discutir varios pendientes de la oficina, cerró con un: "te veo mañana, a ver si ahora sí me ganas en el FIFA".
Nunca pudimos jugar ese último FIFA, su León volvió a quedar campeón y aquí seguimos varios años después con una cultura laboral que va madurando, pero que conserva ese espíritu original.